En la actualidad, la literatura infantil y juvenil se encuentra consolidada como una rica y compleja rama de la literatura en general. Es una de las principales líneas de nuestra librería y encontramos en ella a autoras reconocidas, ya sea por su éxito en ventas, la crítica, o por todas las anteriores, como J.K. Rowling, María José Ferrada o Camila Valenzuela León, solo por citar algunos nombres.
Pero es necesario recordar que no siempre la LIJ gozó de esta condición de respeto, y de hecho, por mucho tiempo fue considerada una literatura menor, secundaria e insípida. Podría decirse que esta mirada era propia de una cultura en la que, en general, la niñez, adolescencia y juventud era vistas como etapas de un proceso cuyo real objetivo era convertirse en adulta o adulto, casi como si se tratara de peldaños, inevitables, pero molestos, por los cuales se podía acceder a la verdadera condición humana.
Por otra parte, la Modernidad, que como proceso cultural fue el motor de la creación de la idea de la LIJ, desde sus orígenes la consideró una herramienta pedagógica e ideológica, es decir, no como experiencia estética, un arte, sino que de forma instrumental.
Es así que la LIJ está compuesta de obras de diversos orígenes: en primer lugar, por una literatura ganada o destinada a un público infantil, que originalmente no fue pensada para ese público; por supuesto, por una literatura escrita intencionadamente para niñas y niños; por un canon de libros destinados a niñas y niños; y por último, una literatura escrita por niñas y niños. (C. Andrade Ecchio, 2021).
El objetivo de muchas de las primeras narraciones de la LIJ, como los denominados cuentos de hadas, eran principalmente dejar enseñanzas respecto a las pautas de comportamiento que se consideraban correctas para niñas y niños. Porque, cabe señalarlo, la mayoría están cargados de estereotipos sexistas extremos. Así, en la Cenicienta, por ejemplo, la protagonista es seleccionada por el príncipe de un catálogo de jóvenes como si se tratara de un par de zapatos, se naturaliza la ausencia de la madre, así como la intriga y hostilidad injustificada y extrema entre mujeres…
La mayoría, porque hay algunas excepciones. Una de las más notables es la escritura de Marie-Catherine D´Aulnoy, una señora de la alta sociedad francesa del siglo XVII, de la que ya hablamos en este mismo boletín. Pero, además, está la conocida veta de las re-escrituras, que tan brillantemente ha explotado la citada Valenzuela León, con sus premiadas novelas: «Las durmientes» o «De bosque y cenizas», o nuestra gran Gabriela Mistral, que transformó en poesía relatos como La caperucita roja o La bella durmiente.
Regresando a la actualidad, hoy el panorama de la LIJ es bastante amplio, variado, rico y complejo. Y quizás por eso mismo, enfrenta problemas y polémicas, como determinados intentos de censura, la persistencia de cierto utilitarismo moralista con nuevos ropajes, y por supuesto, la forma en que la industria editorial y cultural en general, buscan explotar ese mercado ofreciendo una literatura desechable y frívola que vuelve a reponer esos viejos estereotipos sexistas de los que ya la LIJ ha bebido hasta el hartazgo.
Esperamos que en otros números podamos tocar con algo de profundidad alguno de estos temas, por ahora, les dejamos la invitación a explorar la LIJ, sorprenderse y descubrir que, esto de las edades no es tan definitivo y es posible que, usted lectora o lector adulto, se encuentre leyendo vorazmente un cuento escrito para niñas, niños o jóvenes.
Doménica Francke-Arjel