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Una reflexión sobre la LIJ 2: algo de historia (Chile)

En el pasado número de nuestro Boletín, comentamos algunos aspectos de la LIJ en sus orígenes e intentamos dar una pincelada sobre su actualidad.

Como prometimos seguir reflexionando en torno al tema, y porque se trata de una de las líneas centrales de nuestra Librería, en esta ocasión queramos hacer un pequeño recorrido en torno a un aspecto de su desarrollo histórico en Chile, que deja bastante clara la relación temprana e indisoluble entre las mujeres, la LIJ y y el pensamiento femenino libre.

A principios del siglo XX los medios escritos eran dominantes en la cultura nacional, y las revistas surgen como publicaciones dirigidas a un segmento específico del público. Así, por ejemplo, nacen las revistas para mujeres… y las revistas para niñas y niños. Éstas últimas serían todo un éxito y hasta el día de hoy son recordadas por su influencia en varias generaciones.

De todas éstas, queremos mencionar «El Peneca» que circuló entre 1908 y 1960 de la mano de Editorial Zig -Zag. Su objetivo era, en línea con lo que hemos señalado, inculcar la moralidad y el bien entre niñas y niños. El hito que nos interesa recordar de la historia de la revista es la llegada de Elvira Santa Cruz Ossa a su dirección el año 1921, rol en el que se mantuvo hasta 1951. En esos treinta años, marcó para siempre el destino de la revista y la historia de la literatura infantil de nuestro país.

Era una mujer muy singular, de clase alta, miembro del «Club de Señoras» de Santiago, y, desde su fundación, de «El Círculo Femenino de Lectura», fundado en 1915 por la mismísima Amanda Labarca, otra indispensable. Y un recordatorio, además, de la forma en que la lectura y los clubes de lectura han influido en el desarrollo del feminismo y de los movimientos de mujeres en general, y de cómo fueron (¿son?) una fuente inagotable de pensamiento libre de las mujeres.

Había estudiado sociología en Europa, y estaba convencida de la necesidad de que las mujeres accedieran a la educación en todos sus niveles y al voto. En su época, posturas francamente valientes y rupturistas.

Instalada como directora de la revista, firmaba sus contribuciones con el seudónimo de Roxanne, y dio a la revista un diseño más atractivo, haciendo que la ilustración ocupara un lugar importante en sus páginas, abarató su costo, con el fin de que más niñas y niños pudieran acceder a ella, e hizo de las contribuciones de sus lectores y lectoras una parte relevante de la propuesta editorial. Santa Cruz Ossa fue también una escritora de narrativa y dramaturgia.

Respecto al contenido literario de «El Peneca», Roxanne se propuso elevarlo al máximo nivel y llevar así a niñas y niños una obra que les permitiera acceder a la cultura en su sentido más amplio y por medio del goce de leer y de la fantasía.

En una de las ediciones escribe:

«Las hadas inspiran el ingenio de redactores y dibujantes en cuyas mentes hacen sus danzas y ritos los gnomos del país de las maravillas. Lo fantástico y lo real, así unidos, van desgranando ese chorro divino que nutre la inteligencia del niño, que le deleita y que le obliga a desear su revista con más ansia que el ciervo sediento que busca la fuente de agua viva» (citada por Peña, 2009, p. 69).

Así podemos ver que la conexión entre LIJ y mujeres conservaba, a pesar de todo, muy buena salud, por lo menos hasta comienzos del siglo pasado.

Y, ¿qué pasa en la actualidad? ¿esta vinculación sigue presente? Seguramente en futuras columnas podremos abordar el tema y compartir algunas ideas.

Doménica Francke-Arjel